sábado, 20 de diciembre de 2008

"UN GIRO A LA NAVIDAD"

Oigo próximas, “ding-dong, ding-dong”, las campanicas de la Navidad y el duende de la Lotería me ronda la cabeza para organizar qué voy a hacer con tanto millón que me va a tocar. La gente mayor, con la ilusión más minada, suele poner enseguida los pies en la tierra y en esta época, a la menor, te suelta aquello de “la mejor lotería, la salud y la economía”.
La primera depende mucho de cómo hayamos cuidado el envoltorio del que estamos hechos y de la segunda, qué quieren que les diga, casi es mejor no mentarla no vaya a ser que el consejero de Hacienda nos “deflacten” también la Nochebuena.
Consumir con pocas pelas es como comer huevo sin untar, cantar a dúo con un mudo o beber crianza mezclado con Kas. Que el asunto de la crisis nos taladra cada día la moral es una obviedad. No hay más que echar un vistazo alrededor, y el que no tiene un conocido de Luzuriaga en regulación sabe de un tendero que ha bajado la persiana hasta el año 3000 o del albañil al que no le han renovado el contrato eventual que hilvanaba desde hace diez años.
Pues sí, que tal y como está el panorama de oscuro, de negro Obama diría mejor, o nos tiramos todos por el balcón o nos damos una sesión de choque de optimismo, que para eso estamos cerca de la noche de paz y de amor, de los angelitos que rasgan el cielo vestidos de raso, lucecitas tintineantes en el casco viejo y olentzeros que, al menos, regalan castañas de las de comer, porque de las otras bastantes reparte sin consuelo la vida.
Así que estas navidades nos vamos a poner las gafas del cristal más chulo y, pese a quien pese, intentaremos ver la vida con una pizca de luz. Este año devoraremos más amistad, en el híper llenaremos un carro de generosidad y todas las mañanas lo primero que haremos será retirarnos la legaña del desencanto.
Hay quien dice que si todas las personas pensáramos de forma positiva tan sólo un segundo, al mundo no le quedaría otra que parar en seco, detenerse y girar en sentido contrario para que los prepotentes se trocaran humildes, los guapos en feos y los ricos en pobres. Entonces, los más serían felices y los menos aprenderían más. Eguberri on.

Luis Miguel Escudero (La Voz de la Merindad)

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