viernes, 9 de julio de 2010

MEDIO SIGLO DE PÍLDORA ANTICONCEPTIVA

El principio es simple: dos hormonas, generalmente estrógeno y progestina, se combinan para alterar el ciclo menstrual impidiendo la ovulación. El resultado, sin embargo, hizo historia. El 9 de mayo de 1960 la Food And Drug Administration de EE UU aprobaba el primer anticonceptivo oral hormonal: Enovid. Desde entonces, y según Women Deliver, más de 215 millones de mujeres lo han usado en algún momento de su vida y se ha convertido en el anticonceptivo más usado en todos los continentes, menos en Asia y África.

“Separar el sexo de la reproducción de forma efectiva supuso un hito sin precedentes y permitió elaborar un nuevo discurso sobre la sexualidad femenina”, recuerda Ana Estébanez, trabajadora social con más de 30 años de experiencia de la Federación de Planificación Familiar Estatal. Pero la revolución no fue sólo sexual –al inicio, tanto en EE UU como en Europa, sólo podía recetarse a mujeres casadas con el permiso de sus maridos–, sino que permitió que las propias mujeres organizaran sus vidas y dispusieran de su tiempo, eligiendo el número de hijos que querían tener y cuándo. “Fue el primer método que otorgó el control a la mujer, y eso la convirtió en un icono”, ahonda Gracia Moreta, de la Escuela Andaluza de Salud Pública.

No todo fueron parabienes. Más allá de su conveniencia o su papel en la liberación de la mujer (que no hubiera sido posible si el invento no se inscribiera en un periodo de fuertes reivindicaciones feministas), las primeras píldoras contenían unas dosis tan altas de hormonas –hasta siete veces más estrógenos de lo habitual hoy– que sus efectos secundarios fueron bien visibles. De hecho, fue el primer medicamento con receta en incluir información sobre sus riesgos y efectos secundarios en EE UU.

Sobre los efectos adversos
Aún hoy, estos efectos son tema de discusión. Algunos de los más graves: problemas vasculares, cambios en los factores de coagulación o aumento de los adenomas (tumores benignos) hepáticos. También se han reportado quejas sobre dolores de cabeza, cambios de humor, depresión, retención de líquidos o sensibilidad mamaria. De hecho, la píldora tiene un alto índice de abandono, más del 25% en los primeros meses y del 40 al 75% el primer año. El Kinsey Institute publicó recientemente un estudio en el que evalúa el efecto de los anticonceptivos hormonales sobre los niveles de andrógenos, y aunque los resultados muestran cierta correlación entre un descenso de estos niveles y el de la libido, la conclusión es que las mujeres no responden por igual a la administración de hormonas y que es necesario seguir realizando estudios de este tipo. La Sociedad Española de Contracepción también reconoce que la mayoría de los estudios tienen un marcado enfoque reproductivo y que es necesario incorporar otros factores, aunque sí que menciona efectos beneficiosos de las hormonas más allá de la anticoncepción.

En España hubo que esperar algo más que en el resto de Europa para tener la píldora: aunque desde 1970 se recetaba Eugynon para el ‘reposo ovárico’, ningún preparado hormonal se dispensaría como anticonceptivo hasta 1978, año en que fue derogado el artículo 416 del Código Penal, que establecía penas de arresto mayor y multa para la información, propaganda o venta de cualquier método o producto destinado a evitar la procreación. “Hasta entonces, el método por excelencia había sido la marcha atrás y, en algunos casos, los métodos naturales como el Ogino, aunque éstos se restringían a personas muy formadas, generalmente relacionadas con la práctica médica”, recuerda Estébanez. “La implantación de la píldora en España fue muy lenta. Diez años después de su aprobación seguía siendo muy desconocida”, continúa.

Quizá por eso España es el único país europeo en el que el uso del preservativo supera al de la píldora: un 32% de las mujeres entre 15 y 44 años se deciden por este método frente al 18% que lo hace por la píldora. “Muchas mujeres no quieren medicarse”, reconoce Estébanez. “Además, influyen otros factores como el económico. A pesar de que los anticonceptivos son reconocidos por la ONU como parte de los mínimos necesarios para un sistema nacional de salud, la administración pública no financia una gran parte de ellos, por lo que el coste suele recaer en la mujer o las exigencias de administración diaria. También hay mujeres que entienden que la sexualidad es una responsabilidad de la pareja y eligen métodos de barrera, como el preservativo, como una decisión planificada y compartida. “La anticoncepción masculina-> es una idea que lleva mucho tiempo dando vueltas”, reconoce Vicente Barragán, médico de planificación familiar y miembro también de la Federación de Planificación Familiar Estatal. “Su adopción dependerá de las administraciones públicas y de la actitud de la sociedad. Existen ya varias propuestas, algunas muy avanzadas, pero si los varones no dan un paso adelante va a ser muy difícil que la industria financie estas investigaciones. Para ello es necesario, entre otras cosas, que la Administración los contemple en sus protocolos”.


Miedo a la promiscuidad

El debate sobre la moralidad de la píldora y si alentaba o no la promiscuidad femenina surgió junto con su aprobación. En Estados Unidos, según cuenta la revista Time, varios periódicos se preguntaban si no se estaría yendo hacia la anarquía sexual; y, en 1967, un artículo de la propia revista ‘zanjaba’ la discusión: “El consenso entre médicos y sociólogos es que la mujer que es promiscua con la píldora también lo sería sin ella”. Al comienzo, tanto en Europa como en EE UU, la píldora sólo podía recetarse a mujeres casadas con el permiso de sus maridos. Como la escritora feminista Gloria Steinem escribió en 1962, “el único peligro real de la revolución anticonceptiva es que acelere el cambio del rol de la mujer sin que haya una correspondencia en la actitud del hombre hacia ese nuevo rol”.


El papel de la familia

En España, el debate sobre la píldora comenzó incluso antes de su comercialización, a raíz de la encíclica Humanae vitae, de 1968, en la que Pablo VI se oponía a la anticoncepción. Aquí la crítica se centró más en el papel de la familia: “Con la llamada píldora se pospone el primer fin del matrimonio, la procreación, al de la satisfacción sexual, y esto va en contra del orden de la naturaleza; aparte de que se ha repetido en numerosas ocasiones que puede producir trastornos y enfermedades en la mujer y traer deformaciones a los hijos engendrados”, diría el doctor Soroa en una entrevista a La Vanguardia en 1973. “Durante el tardofranquismo será muy frecuente este discurso médico entremezclado con connotaciones morales, que desaparece tras la muerte de Franco”, explica Elisabeth Castillo, quien realiza su tesis sobre este tema.


Un acceso desigual

Calificada por The Economist en 1999 como el invento más importante del siglo XX (por encima del teléfono, la televisión o internet), más de 215 millones de mujeres la han usado en algún momento de sus vidas y, según un informe de la ONU de 2009, es el segundo método anticonceptivo más usado en el mundo y el primero en todos los continentes salvo África y Asia. Aún así, en amplias zonas hay importantes barreras económicas y legales que limitan no sólo el acceso a la píldora, sino a la anticoncepción en general. La falta de acceso a estos métodos está detrás de los 76 millones de embarazos no deseados que se producen al año en los países ‘en vías de desarrollo’, lo que causa 19 millones de abortos inseguros y unas 68.000 muertes de mujeres al año, según Women Deliver, organización dedicada a disminuir las muertes durante el parto.

Adelina Pastor (en Diagonal)

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