sábado, 23 de octubre de 2010

LA CAÍDA DE LA ESPERANZA DE VIDA EN ESTADOS UNIDOS

Según estudios realizados, por separado, por la Universidad de Columbia y la Organización Mundial de la Salud, Estados Unidos ha pasado en sólo diez años del puesto 24o al 49 o en la clasificación mundial de esperanza de vida, es decir, a vivir alrededor de 4,5 años menos que los longevos japoneses ó 2,2 años menos que los italianos, ubicados en el vigésimo lugar.

En 1960, los ciudadanos de EE.UU. se encontraban en el quinto lugar, sólo detrás de dos países escandinavos, Holanda y Australia. Tardaron 40 años en perder 19 puestos y sólo otros 10 en descender otros 25. Entre las causas de este auténtico colapso de su esperanza de vida figuran la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, la mala alimentación, las enfermedades mal curadas, la violencia y otros problemas típicos de países que tienen un índice de desarrollo humano mucho peor.

Y ya no es tabú, ni siquiera en los principales diarios, como el The New York Times o The Wall Street Journal, hablar abiertamente de decadencia del país de Barack Obama, que inicia su noveno año de guerra en Afganistán, llegando incluso en algunos casos a describir la situación nada menos que como "el colapso del imperio estadounidense."

Diversas estadísticas, análogas a las citadas de la esperanza de vida, confirman un empeoramiento aparentemente imparable de la calidad de vida: a finales de 2009, el National Center for Health Statistics (Centro nacional de estadísticas sanitarias) colocó al país en el puesto 30 o del mundo en materia de mortalidad infantil, uno de los parámetros básicos del desarrollo. Los recién nacidos estadounidenses mueren por razones similares a las de los adultos, debido a un inadecuado modo de vida “de pobres” (para más detalles, véase http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20361522?dopt=Abstract); el número de nacidos prematuros, una de las principales causas de mortalidad infantil, es de más de dos veces el de Finlandia. Pero lo malo del asunto es que si las Naciones Unidas coinciden, en términos generales, y colocan a EE.UU. en el lugar 33 o, los cálculos de la propia Central Intelligence Agency (CIA), lo relegan a la 46 o posición, en cualquier caso, detrás de Cuba, situado en torno al 28 ° puesto, casi a la par con Italia. Además, todas las estadísticas o estimaciones relativas a 2009 ó 2010 fueron significativamente peores que las de sólo una o dos décadas atrás y, a pesar de que la crisis es un hecho global, no hay ningún otro país que registre un descenso tan acusado en los indicadores de calidad de la vida.

Incluso después de sobrevivir los primeros doce meses, los niños y los adolescentes de EE.UU. no están a salvo. Según el UNICEF, entre los veinte países más ricos del mundo, Estados Unidos es el segundo peor en lo que se refiere al bienestar infantil. Sólo precede al Reino Unido, último de una liga que contempla a los Países Bajos en el primer lugar y a Italia en el octavo. En la escuela las cosas van también de mal en peor: los estudiantes estadounidenses ocupan el puesto 27 o entre 33 o países de la OCDE en cuanto a resultados en humanidades, y el 22 o en asignaturas científicas. Esto significa que, para mantener el liderazgo, ya no basta con las prestigiosas universidades de la Ivy League y la abundancia de premios Nobel, si las masas tienen una educación muy pobre.

Hay muchas estadísticas e informes que hablan de un país que está despeñándose rápidamente, en ámbitos que van desde la escasa estabilidad del sistema bancario (de acuerdo con el Foro Económico Mundial, compite con Venezuela en el puesto 100 o del mundo) a la drástica reducción del transporte público. En las ciudades y las poblaciones menores, para hacer frente a la crisis se suprimen líneas enteras de autobuses y trenes. Las investigaciones apuntan a la deuda estratosférica para afirmar la necesidad (sic) de reducir la escuela obligatoria en algunos Estados. Todo ello sin olvidar la tragedia de más de dos millones de personas en prisión o la congelación de los sueldos de los soldados en servicio de armas. Algunos observadores del propio país hablan ahora abiertamente de decadencia del imperio. Basta con echar un vistazo a este artículo de The New York Times (http://www.nytimes.com/2010/08/07/us/07cutbacksWEB.html) o a este otro de The Wall Street Journal (http://online.wsj.com/article/SB10001424052748704913304575370950363737746.html) para entender que, al otro lado del Atlántico, algo muy importante está sucediendo con una rapidez inesperada.

The Wall Street Journal, la Biblia del capitalismo mundial, cuenta en el artículo mencionado la renuncia a asfaltar miles de carreteras en diversas regiones de Estados Unidos porque ya no hay dinero para hacerlo. John Habermann, profesor de la Universidad de Purdue, concluye que Estados Unidos está regresando a la edad de piedra, refiriéndose a la piedra picada sobre la que los deben conducir los ciudadanos del país que inventó la cultura del automóvil. Si el profesor John Habermann, que ha impartido recientemente un taller titulado Back to the Stone Age (De vuelta a la Edad de Piedra), dedicado precisamente a la reaparición de caminos de tierra, exagera en cuanto al tamaño del salto hacia atrás, Glenn Greenwald, de Salon, y muchos con él, están de acuerdo en algo que hace sólo diez años hubiéramos considerado impensable de ver en el curso de nuestras vidas: el colapso de EE.UU.

Gennaro Carotenuto (Traducido por S.Seguí- en Rebelión)

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