sábado, 24 de septiembre de 2011

A PROPÓSITO DEL ARTÍCULO DE PÉREZ REVERTE "TIRACHINAS PARA EL NENE"

El Señor Pérez Reverte es un gran escritor. Eso me han dicho, ya que no he tenido la suerte de leer ninguna obra suya. De hecho, solo he ojeado alguna columna suya y me parece que muchas veces tiene razón, pero otras queda en rídiculo por su afán de ridiculizar a los demás. El artículo que escribió la semana pasada en El Semanal del Grupo Vocento, titulado “Tirachinas para el Nene”, es un ejemplo. En él, explica qué pasaría en España si una madre lleva a sus niños a una fiesta en la que hay una foto de un muchacho “oculto con pasamontañas” y donde figuran palabras como “Préparate para luchar”. Reverte lo llama “imaginar absurdos”, yo, en cambio, lo llamo el conflicto político vasco.

Es verdad que en este país hemos llegado a “absurdos”, pero como en todos los países tienen su explicación. Ya sé que para un español, que se cree que España es el centro del mundo, es muy difícil comprender a un pequeño pueblo que no se siente orgulloso de pertenecer al Estado español y que no celebra el campeonato del mundo de fútbol. Por eso, muchas veces hay que intentar hacer entender, en romance paladín, que esas “cosas raras” no son casualidades.

Y es que como los niños no vienen de París, ETA tampoco nació por combustión espontánea. Y qué decir del nacionalismo vasco que surgió por la incomprensión de la nación española que se “cepilló” la forma de organizarse que teníamos los vascos, que estaba regulado en los fueros (“Lagi-Zarrak”). Son delirios de grandeza y vanidad. España aún cree ser un imperio, aunque no tenga colonias.

Por eso, trata de imponer dentro de su territorio estatal, lo que no pudo hacer fuera: un modelo identitario único para un territorio plural. Lo curioso es que esa inflexibilidad solo se da ante naciones consideradas inferiores. Sin embargo, con las que se consideran superiores hay una sumisión digna de Sancho Panza. Así, “grandes patriotas” se han humillado ante otras potencias y han accedido a hablar en tejano o a “violar” la sacrosanta Constitución española.

Porque el mayor problema que ha tenido España respecto a Euskadi es que la ha considerado como una nación inferior. Por eso, nunca ha querido escuchar ni entender a los vascos y ha preferido asimilarlos. Reverte es el ejemplo perfecto. En su versión más bucólica, el escritor murciano nos describe como gente que no apreciamos la modernidad que nos ha aportado España y quiere volver a una Euskadi de “vacas pastando, humo de caseríos entre la foresta y fornidos socios del ‘Atlético de Bilbao’”.

Así, afirma de manera sarcástica que en Leitza, el pueblo está “privado por la cara de la independencia y el socialismo”. Por eso, los habitantes “gimen bajo la bota del Estado español” que construye “carreteras y trenes de alta velocidad que destruirán el paisaje de una Euskadi utópica y feliz”.

A Pérez Reverte, amante de la historia, no le importa que el TAV vaya a llegar a tierras vascas por el trabajo realizado por el grupo del PNV en el Parlamento español, ni tampoco que el Guggenheim se construyera a pesar de los obstáculos que puso el PSOE, los mismos que ponen socialistas y “populares” para que la Ertzaintza no pueda luchar contra ETA en la UE y no quite méritos al Ministerio del Interior.

El objetivo es claro: hay que abultar el tópico de que el vasco es tonto y el español listo, a pesar de que la CAV y Navarra sean comunidades en las que el nivel de vida es superior a otras “muy españolas”, en parte gracias a que muchos trabajadores españoles vinieron en busca de un futuro que no les ofrecía su tierra. Por otro lado, los números de educación cantan: en Andalucía, según datos de “Población en viviendas familiares de 16 y más años clasificada por nivel de estudios sobre sexo y edad”, elaborados por la propia Junta Andaluza, 17% de los andaluces tiene menos de cinco años de escolarización y el 22% no ha completado la educación elemental. Para paliar esto, la Junta invirtió en 2010, 765 euros por habitante en educación. En la CAV, el gasto fue de 1.427 euros por ciudadano vasco, con unos niveles de estudio superiores.

Para entender estos contextos habría que bucear en las razones por las que existen estas diferencias. Esto es lo que no ha hecho Pérez-Reverte. El escritor, gran conocedor de la historia estatal, debería preguntarse por qué un pueblo de tradición carlista como Leitza es ahora del MLNV. Estoy seguro de que si se lo preguntase se daría cuenta de que actitudes de desprecio y odio hacia lo euskaldun han provocado que mucha gente pasase de un extremo al otro.

Las políticas antivascas desarrolladas en Euskadi han sido un caldo de cultivo para un discurso extremista y demagógico lanzado por el MLNV, que ha provocado que el pistolerismo pase del carlista “Dios, Patría y Rey” al “Independentzia ta Sozialismoa”. Así, mucha gente ha confundido a asesinos con “heroícos gudaris”. Algo que, por cierto, también ocurre en España, como cuando en el Calderón se oyen mofas sobre Aitor Zabaleta o se considera a Manuel Fraga Iribarne como un gran estadista, cuando firmó penas de muerte como la de Puig Antich, participó en una Dictadura y fue culpable del asesinato de cinco obreros en Vitoria.

Por eso, Señor Reverte, le pido que tipiqueces las justas, porque la historia es compleja y no da lugar a muchos maniqueísmos.

Martín Agirrezabal en Aberriberri

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