jueves, 2 de febrero de 2012

LA IDEOLOGÍA DE GARZÓN

Seguramente que casi todas las personas que opinamos sobre las luces y sombras de este hombre, estamos de acuerdo en que es un juez mediático, una estrella pública que está a punto de caer de su cielo. Más difícil es contestar a la cuestión de que: si es un juez que trata de encontrar la justicia, que es de lo que trata su labor profesional, o si en cierto modo, es un político que trata de propagar su ideología hasta asentarla firme en la conciencia de la sociedad y si no será éste su proyecto para pasar a la posteridad.

Yo creo que este juez es un político sin necesidad de estar en la política activa, ya que cuando estuvo y trataba de ser un pilar del ejecutivo gobernante su experiencia fue agria y duró muy poco. Estoy convencido y por eso la razón de estas reflexiones, de que Garzón con independencia de que la justicia florezca en sus actuaciones, trata de confeccionar ideología social y política desde ese puesto de funcionario público que ostenta y en el que tiene ciertas posibilidades a su albedrio.

Desde luego que se le conoce al señor Garzón por ser juez, juez de instrucción de procedimientos penales de la Audiencia Nacional. Pero hay que entender que su ideología la fabrica desde su experiencia y su trabajo como penalista. Con su trabajo ha construido su ideología desde una concepción penal de la vida. Este aspecto es muy determinante y como un mínimo de prevención, ya sería una razón a tener presente para hacer un análisis de la actuación de un doctrinario cuyas líneas de organización social las marca con prioridad y sentido: el endurecimiento de la ley, la pena y el castigo.

Un juez que desde su puesto de trabajo ha obrado tratando de ser un funcionario aventajado ante los ojos de quienes le podían ver crecer. Con su labor, al parecer muy ardua, ha servido a los intereses y la forma de pensar de la derecha y la extrema derecha, y aunque no lo quieran reconocer también ha sido un valedor para la izquierda formal asentada en el poder. Su coartada ante la opinión pública para actuar como ha querido ha sido su fidelidad al poder constitucionalista y las razones de Estado de cuyos valores ha sido adalid.

Sin querer entrar en las circunstancias del llamado conflicto vasco que es al que normalmente nos arrima a la discusión pero que hace el camino de la reflexión más farragoso, estos son los cuatro aspectos de su actuación que hay que tener en cuenta para mostrar la carga ideológica que ha arrastrado y sembrado en el tiempo.

A este intrépido hombre, sobre todo, lo conocemos desde hace veinte años trabajando incansablemente como juez en la legitimación de la Audiencia Nacional. Esta institución penal es una estructura judicial excepcional y que aunque la decoren otras ambiciones que casi nunca satisfacen a nadie, sobretodo, está diseñada para juzgar al disidente sea del tipo que sea. Este aspecto excepcional es sabido, reconocido y aceptado desde la premisa que se ha establecido sin ninguna garantía, de que: quién nada ha hecho nada tiene que temer.

Quienes han sufrido su desidia directamente en sus carnes, recuerda la cuestión de las torturas, que sin duda es un reproche habitual, muy difícil de discutir y esquivar, y que sin dejar lugar a ninguna duda es responsabilidad de quien son los garantes de la ley y el orden. Más de algunos testimonios escalofriantes he leído en estos años en los que él actuaba como buen juez lavándose las manos. Los hábitos de torturas impunes se han normalizados por otros lares.

Desde la escasa capacidad que una parte de la sociedad tiene para expresarse, la libertad más importante es la libertad de expresión, aquella que nos sirve a voces para defender el resto de libertades. Atendiendo los deseos del señor Aznar, este juez actuando como el juez que incoaba la instrucción del cierre de EGIN, asentó la idea de que los medios de comunicación, se podían cerrar y que no pasaba nada. Luego han venido otros cierres y censuras quizás sin necesidad de siquiera recurrir a la jurisprudencia y sin que nada se resquebrajara en el orbe democrático.

Este juez, no sólo ha colaborado, sino que ha perpetrado, en uno de lo atentados sociales más peligros que yo recuerdo. Desde la idea perversa de que todas las personas que en el ejercicio de su ciudadanía no están de acuerdo con el sistema son de E.T.A., ha legitimado a las estructuras más represoras de la población civil y ha dado sentido a la manipulación de la realidad social por parte de los pregoneros del poder. Las consecuencias de este atentado se pueden comprobar cada día, porque esta idea ha calado en el pensamiento social hasta el punto de que una parte muy mayoritaria de la población está convencida de que las personas que son como yo, somos unos terroristas. Y mis mejores compañeros y amigos, también. Cuando además nosotros sabemos quiénes son los que en realidad practican impunemente el verdadero terrorismo. Esta forma de hacer y de pensar ha sentado precedente y la teoría que la sustenta han calado en las escasas meninges sociales.

Si hay que llegar a la última imagen de verdad y mostrarla esquemáticamente, su enjuiciamiento en los tres procesos en el Tribunal Supremo, alguno de ellos con un cierto olor que provoca la nausea, se lo han auspiciado aquellos para los que ha estado trabajando durante toda su vida como juez, aquellos que lo alimentaron y lo engordaron como estrella, aquellos para los que sirvió sin escrúpulos y que le prometieron inmune, y ese procesamiento, es consecuencia de la traición infame que aquellos han sentido por parte del juez. Esta es una batalla entre ellos en la que creo que no merece la pena tomar partido.

¿A quién se le ocurre investigar lo del 1936? ¿No sabe que callar aquello es lo que nos ha dado legitimidad a todos? Se preguntaron ellos y yo pregunto: ¿no sabe que del silencio del 1936 no es ni inocente ni ignorante? ¿Por qué se aprovecha ahora de la buena gente para utilizarla en su defensa?

Poco mérito tiene lo que el juez haya podido hacer a niveles internacionales puesto que lo que ha procedido a hacer en el exterior únicamente ha sido una coartada para hacer más creíble su mensaje ideológico. Y lo peor de todo es que incluso lo que pretendía hacer con los hechos del 1936, simplemente era a reforzar sus teorías políticas y sociales basadas en la impunidad para actuar de la maquinaria penal, que muy poco tiene que ver con la defensa de los valores republicanos.

Como se puede apreciar los pilares de su actuación con la que ha teorizado su ideología y practicado en su labor judicial, es una ideología que refuerza más todavía el Estado totalitario que ya disfrutamos, es animar a que se refuerce el control de las minorías, es esa visión penalista que tanta fuerza tiene entre la derecha, es la derecha más extrema esa que trata del palo y el silencio.

Es la ideología de la misma derecha que ejecutó en el 1936 y que con la ayuda de una parte importante de la izquierda, silenció setenta y cinco años de historia.

Pedro José Francés, autor de varias obras sobre la Memoria Histórica en la Ribera de Navarra

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