lunes, 26 de noviembre de 2012

HABLAR A Y DESDE LOS CORAZONES


"Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. La posición neutral ayuda siempre al opresor, nunca a la víctima. El silencio estimula al verdugo, nunca al que sufre". Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, 1986

Hace unos pocos días asistimos a la proyección del documental “Hablan los ojos”, organizada por Lokarri. En él, varias personas que han sufrido la violencia en nuestro País se ofrecen mutuamente -nos ofrecen- sus reflexiones narrando el dolor y el sufrimiento causados por ella en unas conversaciones que quieren abrir la puerta a más diálogos entre todos nosotros.

El documental emociona. Pocas veces antes -si alguna- hemos visto y escuchado conversar a personas que tanto han sufrido y que parece, por lo que sugiere el documental, estaban en “bandos” distintos. Y en alguna medida así es. Porque entre los intervinientes hay una persona a quien Lokarri identifica como militante de la izquierda abertzale aunque luego queda claro que además ha sido miembro de ETA. Suponemos, porque esto no queda claro, que una sentencia relacionada con esto último le condenó a 18 años de cárcel, y desconocemos, por tanto, el motivo por el que Lokarri le considera víctima cuando, parece evidente, es más victimario que víctima. Las demás personas que hablan en el documental, esas sí, son víctimas. Víctimas puras y duras.

Todas ellas dialogan. Dan un paso enorme al hablar, al reconocer frente -junto- al otro su dolor, sus sentimientos, su análisis del pasado y su búsqueda de la paz, interior y exterior. Algunos -el ex-etarra y el tío de un niño de 12 años asesinado por ETA en un coche bomba- llegan a abrazarse. Y en esa medida el documental merece ser visto. Porque es la expresión de la frustración de quienes necesitaban hablar, decir... y no han podido.

Nosotros también consideramos necesario hablar. Y hablar claro. Porque hay quien piensa que el diálogo empieza ahora, cuando quienes no dialogaban -porque lo que pretendían era imponer sus opiniones y objetivos- han decidido, ¡por fin!, hablar y dejar hablar. La ciudadanía lleva mucho tiempo esperando a que cese el ruido de las pistolas y suene la música de las palabras. Por eso la ciudadanía estaba hablando desde hace años. En este proceso inscribimos la renuncia a las armas por parte de ETA(pm), el Acuerdo por la Paz y la Tolerancia, el surgimiento de los grupos pacifistas en Euskal Herria, las congregaciones de personas en silencio durante 30 minutos en nuestras plazas cada vez que se producía un acto violento, la comparecencia pública de personas relevantes de la cultura vasca en Nafarroa diciendo "Gure izenean ez!"... Por eso, damos la bienvenida más sincera y esperanzada a quienes se incorporan al diálogo ahora. Ahora, después de tantos años de sufrimiento. De sufrimiento inútil y para nada.

Bienvenidos sean al diálogo, al diálogo entendido como proceso de genuina intervención mediante el cual las personas cambiamos gracias al aprendizaje adquirido por nuestra profunda disposición a escuchar. En el diálogo, cada uno de nosotros se esfuerza por incluir las inquietudes de los otros en nuestra propia perspectiva; nadie renuncia a su identidad pero cada uno reconoce suficientemente la validez de las reivindicaciones humanas de los demás, y en consecuencia actúa en forma diferente hacia los otros.

En ello estábamos y seguimos estando. Y recordamos que hasta ahora no todos hemos actuado así. Unos menos que otros. Aún recordamos los insultos y amenazas recibidos por uno de los firmantes de este texto hace escasamente un año cuando invitó a un destacado juez a participar en un congreso de Bioética. Juez que algunos de los ahora dialogantes tildaron de ser el mayor torturador de la historia de España, aunque por lo que oimos decir a un asistente a la proyección del documental, dicho puesto le corresponde ahora a Baltasar Garzón. Hoy, parece, seguramente las cosas serían distintas. O no, aunque esperamos y deseamos de corazón que sí. Pero tenemos dudas porque no nos sentimos todavía capaces de creerles, porque necesitamos tiempo para poder desarrollar confianza en sus palabras... y, sobre todo, en sus hechos.

Porque vemos, por ejemplo, la forma despectiva con que el colectivo de presos de ETA de la llamada vía Nanclares -que reconocieron públicamente sus errores, sus crímenes- ha sido y es tratado por los otros presos también de ETA que ahora, al parecer, apoyan vías dialogadas para la solución de lo que ellos llaman "el conflicto".

A ETA le pedimos lo mismo que a los fascistas que asesinaron a miles de personas en la guerra del 36 y a quienes les protegieron y azuzaron: Reconocimiento, Verdad y Justicia. Y que entreguen las armas, signo inequívoco de que están de verdad por el diálogo, el reconocimiento del otro y el respeto mutuo. Reconocimiento, Verdad y Justicia es también lo que exigimos a las instituciones del Estado por sus actuaciones ilegítimas e indebidas. Y entonces sí, diremos que todos estamos hablando al y desde el corazón. Ojalá sea más pronto que tarde.
Koldo Martínez y Jon Gondán, miembros de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai

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