viernes, 21 de diciembre de 2012

LA OTAN, A LAS PUERTAS DE SIRIA


La demolición controlada de la República de Siria por parte de la OTAN y de sus socios regionales se va culminando con una guerra a gran escala.
Casi dos años después del inicio de la crisis siria, y tras asegurarse el sillón de la Casa Blanca, Barack Obama no sólo se viste con la armadura de Bush para lanzar un ataque militar contra otro país miembro del “Eje del Mal” (después de Libia), sino que también recupera su retórica de “Armas de Destrucción Masiva” (ADM): amenaza con una guerra si Damasco mueve y/o utiliza sus armas químicas. Claro que recurrir al pretexto de la “ayuda humanitaria ya no era creíble” a estas alturas, por lo que echa mano de las ADM y provoca alarma internacional para justificar la agresión.
Después de haber apadrinado a los mercenarios extremistas y de enviarlos a Siria con la misión de provocar caos y terror, EEUU ahora pretende bombardear a los desesperados civiles y así protegerles de las bombas lanzadas por Damasco. Obama hace así de bombero pirómano, que se burla de la memoria de la historia reciente: la invasión de Irak en 2003. La vida de 25 millones de seres humanos fue destrozada por la sarta de mentiras sobre las ADM, las falsas acusaciones de conexión de Sadam Husein con el 11-S y con Al Qaeda, el engaño de la supuesta adquisición de uranio en Níger para fabricar bombas atómicas, y la psicosis que Washington creó en torno al Ántrax que, según Colin Powell, Bagdad metía en sobres y los echaba al correo con destino a EEUU. Desmantelar el Estado sirio, al igual que el de Irak, ha sido planeado desde hace años.
Se acelera el fin de Bashar al Asad y de su Gobierno, que ha perdido el control incluso sobre la capital. Washington, mientras realizaba los mayores ejercicios militares conjuntos con Israel en el Mediterráneo, en octubre pasado, rechazaba la propuesta de Rusia, Irán y del propio Al Asad de mantenerse en el poder hasta culminar la transición. Entonces ya sonaban las campanas para el sirio. El siguiente paso fue el reconocimiento por EEUU de la oposición amiga, como futuro Gobierno interino del país.
Resuelto así el problema del vacío del poder que dejaría Al Asad, la OTAN desplegará misiles Patriot en Turquía y mandará tropas, Israel destruirá las instalaciones militares de Siria, y unos 10.000 hombres armados ocuparán el país desde el Líbano y Jordania, a la vez que los 3.500 soldados que el Pentágono envía a un Irak que Obama prometía desocupar, organizarán la logística desde allí. Así se cumple uno de los principales objetivos de la devastadora guerra contra Irak: convertir este corazón de Oriente Próximo en la base de operaciones que pretende imponer la hegemonía de EEUU en la región.
El apoyo financiero y militar de Obama a los grupos terroristas opositores sirios es tan ilegal como lo fue el de de Ronald Reagan a los contras nicaragüenses. Si no fuera por la venia de un padrino como EEUU, dichos grupos nunca podrían derrocar al régimen sirio. ¿No temen los países que hoy los utilizan, ser mañana sus víctimas? ¿Creen que es un “riesgo calculado y controlado”? Bobadas. La paradoja es que sean los países cristianos quienes empleen a los jihadistas (partidarios de la “guerra santa” islamista) contra un Gobierno que ha protegido a las minorías religiosas, incluidos los fieles a Jesús. Esos salafistas (las milicias de Nur y Umma, Albarar, Dahul, Ansar-al-islam), que donde llegan izan su bandera negra con espadas cruzadas, obligan a los combatientes no practicantes a rezar en el frente.
El proyecto de El Día Después, preparado por el Instituto estadounidense para la Paz (USIP) en el diseño de la Siria sin Asad, prevé que el nuevo régimen reconozca al Estado israelí, se aleje de Irán y desaloje a los grupos armados palestinos del país. Vamos, el modelo egipcio. Está por ver si los sirios se dejarán gobernar por los rebeldes, cuyo núcleo duro son los Hermanos Musulmanes.
La ONU prohíbe el empleo de la fuerza entre los estados, salvo en legítima defensa o por la decisión del Consejo de Seguridad. Pero esta nueva “guerra preventiva” será otra agresión militar ilegal contra una amenaza inexistente y empleando pruebas falsificadas. ¿Es que EEUU planea atacar a todos los países que cuestionan su hegemonía? Ni así conseguirá tal objetivo: el nuevo Irak, ocupado por cerca de medio millón de soldados, hoy es aliado de Irán, se acerca a Rusia, de la que compra armamento por valor de 4.200 millones de dólares, y baraja la posibilidad de acoger a cientos de guerrilleros palestinos que marcharán de la Siria pos-Asad, abriendo un nuevo frente de conflicto y tensión.
Ni China ni Rusia tienen la capacidad de impedir la agresión planeada. Vladimir Putin ya evacua a sus ciudadanos, preocupado no sólo por perder la base naval de Tartus, sino sobre todo por la imparable expansión de los extremismos islámicos, financiados por EEUU, Arabia y Qatar en Euroasia y Asia Central.
En cuanto a la reacción de Irán, la jugada de EEUU ha sido sacar a los Muyahedines del Pueblo iraní (grupo extremista islámico opositor al Gobierno de Teherán) de su lista de organizaciones terroristas y enviarlos al Líbano, para que desde allí combatieran a las tropas de Al Asad y también a los Guardianes Islámicos de Irán que apoyan a Damasco. Existen, además, discrepancias en el seno de la República Islámica, entre los partidarios de enviar más efectivos a Siria y los que ya dan por terminada la era de Al Asad y buscan amistades entre los rebeldes.
El desorden como estrategia
Sobre las cenizas del orden nacido de la Segunda Guerra Mundial, en Oriente Próximo no se están construyendo nuevos sistemas políticos: Washington y sus aliados desmontan estados sólidos para denominarlos “estados fallidos” y así hacerse con su control de forma duradera.
Se acentúan las tensiones religiosas-étnicas en el Líbano, Irak agoniza y se desintegra, al perder el Kurdistán casi independiente. Libia deja de ser un Estado, la V Flota de EEUU en Bahréin tiembla por el ruido de las protestas populares que no cesan, e incluso la oferta de Obama a Irán para abrir unas negociaciones directas puede que pretenda perseguir la inacción de Teherán frente el asalto preparado contra Siria, para luego aumentar el cerco alrededor del propio Irán.
Por otro lado, la guerra que ha organizado Turquía en sus fronteras con Siria puede ser aprovechada por los 12 millones de kurdos del país, o incluso los rebeldes que arma contra su vecino sirio pueden volver contra Ankara; como pasó con Pakistán, que usó a los talibanes contra Afganistán. Los terroristas de Al Qaeda no reconocen a Turquía como ejemplo del islamismo. Recep Tayyip Erdogan, cegado por su ambición religiosa de devolver el sunismo a Siria, en vez de contener la agresión de los países cristianos a un país musulmán, les hace de anfitrión. Lo que busca, a través de alinearse con la agenda de EEUU en la región, es mantener el apoyo de Washington a su partido, y así poder seguir debilitando a las fuerzas seculares de su país.
La guerra ya no es el último recurso para proteger unos intereses vitales. El conflicto sirio es un despiadado juego geopolítico entre los actores internacionales y regionales.

Nazanin Armanian (publico.es)

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