domingo, 30 de diciembre de 2012

¡AL VENT!


No es por ser aguafiestas, pero con la ley de Murphy en la mano, el Govern de la Generalitat que acaba de empezar no puede acabar bien. Si, según la citada norma, lo que puede salir mal, saldrá mal, imaginemos qué le puede ocurrir a un Gobierno que se ha quedado sin apenas poder político, que se encuentra en una situación de asfixia financiera, que tiene en el Gobierno español su principal adversario político y que se ha granjeado además la hostilidad de sectores de la extrema derecha conjurados para hacerle la vida imposible al president de la Generalitat y a cualquiera que se le acerque. Los obstáculos no terminan aquí. El Govern, en minoría en el Parlament, si bien con un pacto de legislatura con Esquerra Republicana, tiene además que llevar a cabo el recorte de gasto público en políticas sociales más feroz de la historia. Y en estas circunstancias, el presidente catalán se plantea lo más difícil, lo que nadie se había atrevido a hacer antes, convocar a los catalanes a decidir democráticamente en las urnas su futuro político colectivo. 


Enumerada la lista de riesgos y compromisos a los que se va a enfrentar el Govern de la Generalitat, hay que preguntarse qué otras alternativas tienen el president y los consellers no para lograr sus objetivos, sino para acabar indemnes la legislatura. La conclusión es que no tienen ninguna. Cualquier renuncia sería fatal porque provocaría la peor deriva de la ley de Murphy: no resolvería ninguno de los problemas planteados y crearía otros peores. El Govern no podrá desentenderse de la crisis financiera, no estará en condiciones de gastar lo que no tiene, no puede pedir dinero prestado y no puede olvidarse de la consulta soberanista, que es la razón de ser de este Govern, y de la mayoría parlamentaria,



En el fondo, los desafíos del Govern de Catalunya son distintos entre sí pero en absoluto distantes. Son como las paredes de un castillo de naipes. Si cae uno, caen todas. Si no funciona la austeridad no se llegará la consulta, y sin la contrapartida de la consulta no habrá complicidad para asumir la austeridad. El proceso catalán es francamente incierto, nadie sabe cómo acabará, pero no puede detenerse. Tal como está el patio, quien ose bajarse del tren en marcha quedará inevitablemente despanzurrado en la cuneta y hundido en el oprobio. Y aunque pueda parecer una frivolidad, esta es una conclusión fantástica y la gran ventaja política de este Govern, que le convierte en diferente a todos los demás. Si sólo le queda un camino, no se puede equivocar. La travesía será inevitablemente dura, pero lo único que puede hacerla llevadera será la convicción de que, superando un obstáculo tras otro la cima queda más cerca. Vienen tiempos revueltos propicios para el romanticismo y los cantautores. Lo cantaba Raimon en circunstancias más difíciles: "La vida ens dóna penes... però nosaltres al vent" .

Jordi Barbeta, en La Vanguardia

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