miércoles, 27 de febrero de 2013

ITALIA: DEL ROJO DE LA BANDERA AL DE LA NARIZ DEL PAYASO


Los pueblos católicos son espasmódicos. Cuando estallan, queman iglesias, palacios y mansiones y cuelgan cabeza abajo a los poderosos. Que le pregunten a Mussolini. Que le pregunten a los que tomaron las armas contra la República española en 1936.
El problema para la democracia está en que, entre espasmo y espasmo, estos pueblos bajo influencia divina son, por lo general, muy obedientes. Obedientes a estructuras territoriales como la mafia italiana o como los caciques hispánicos (gallegos, valencianos, extremeños o castellanos); obedientes al que mande (políticos o militares, por lo general en representación del mundo del dinero o con su anuencia). Obedientes al que señale la iglesia, siempre tan amable con el poder (en Alemania, fue la iglesia la única que tuvo continuidad entre Weimar, el nazismo, el comunismo y la actual fase de neoimperialismo económico; en España se enriqueció por su pacto con el franquismo –especialmente el Opus Dei- y aún mantiene el privilegio; en Italia, la banca clerical ha negociado sin problemas con las diferentes redes criminales y lo más que ha hecho un Papa es, lejos de denunciar la corrupción, dimitir ante la fiereza de la omertá vaticana).
Italia comparte con España esas dos fuentes de problemas (iglesia y señores medievales anclados territorialmente), aunque tiene la desgracia de que su antaño poderoso Partido Comunista Italiano asustó a los Estados Unidos, quien organizó la Red Gladio para impedir desde los servicios secretos que los comunistas llegaran al poder y unió a todos los partidos con el único fin de impedir que eso ocurriera. Con éxito. El Partido Democrático, donde hoy dormita parte importante de lo que queda del antiguo Partido Comunista, está dominado por la Democracia Cristiana, y los viejos comunistas, como hiciera Nino Moretti, gritan a la televisión cuando escuchan a sus líderes: ¡Dí algo de izquierdas! Como si fuera cierto que un partido de izquierdas puede desarrollar su programa con un mensaje de centro para una ciudadanía supuestamente en el centro.
Como además Italia ha tenido un mayor desarrollo económico que los demás países del sur, las estructuras fascistas tienen en el país un fuerte anclaje. Recordemos que el fascismo es un movimiento auspiciado por las clases altas pero sostenido por las clases medias, nacido de la crisis del modelo capitalista y de la posibilidad de ser superada por una estructura alternativa (el socialismo). Ese mismo desarrollo económico (Italia es la tercera economía de la zona euro) vincula igualmente al país a la estrategia general europea, hasta el punto de que el verdadero gobierno de Italia siempre ha estado en estructuras ajenas a lo que salía de las urnas. Y por eso Italia, en su fase pacífica, dejó que Goldman Sachs viera a uno de sus hombres, Mario Monti, en el palacio de Gobierno sin pasar por las urnas sin que supusiera un gran escándalo. Algo imposible de pensar en Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia o, incluso, Alemania.
Si juntamos todo esto nos salen las cuentas políticas de esta actual Italia. Una Italia donde el sistema político tradicional cartelizado, pese al mensaje de crisis y la noticia de su inminente desaparición, sigue funcionando y logra el 70% de los votos. Una parte importante de la ciudadanía -casi el 30%- ha votado a la nueva expresión del fascismo (a Berlusconi, pese a sus mil juicios abiertos, y a la racista Liga Norte). Recuerdo claro de que el fascismo, el nazismo y el franquismo no fueron accidentes de nuestra historia europea, sino que están anclados en las estructuras racistas del continente y cobran siempre fuerza y nuevos contornos en los momentos de crisis económica. Otra parte no menos relevante -25,5%- ha dado un indignado manotazo al aire con los ojos teóricos vendados, votando contra los excesos del sistema -no contra el sistema- que representa el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo. Una élite -el 10,5%- confía su privilegio al hombre de la Troika (Mario Monti). Y otro 30% se mueve en ese lugar absurdo -el PD de Pier Luigi Bersani-, que sienta codo a codo a comunistas con democristianos, en un espacio político donde se junta todo lo que no ha podido o no ha sabido construir un lugar político propio.
Es indudable que al ser el grueso de los partidos coaliciones de microempresas políticas, el éxito del Movimiento 5 Estrellas, que se ha presentado en solitario, es espectacular. No está mal la claridad que tiene el M5E respecto de la decadencia de la casta política italiana (donde la casta española, de barba recia, podría ver razones para ponerlas a remojar). Igualmente es meritorio que hayan defendido una renta básica y que señalen la desigualdad como un elemento insoportable de las sociedades europeas post Maastricht. Pero le falta el análisis profundo de las bases económicas de la construcción europea, serio, que vaya más allá de señalar a Alemania como la culpable de todos los males, que posea la base teórica que siempre tuvo la izquierda que hoy aparece entregada a una lógica política algo menos que decadente. Grillo es un cómico con capacidad de escenificar la rabia del que tenía y ahora tiene menos. Pero que no termina de hacerse todas las preguntas que la época reclama. Un movimiento reactivo que sigue mirando al pasado más que al futuro. Para los votantes italianos, el rojo de la bandera de la izquierda ha pasado al rojo de la nariz de payaso de Beppo. Pura Commedia Dell’arte. Un payaso trágico enamorado de la luna y ella tan lejos.
El pueblo italiano ha dicho con claridad que a quien no quiere es a la Troika y sus políticas de austeridad, representadas por Mario Monti y su ambigüedad. Han notado en su bienestar lo que significan las políticas de empobrecimiento generalizado. Sólo le ha apoyado uno de cada diez votantes. Sin embargo, Monti sigue apareciendo entre las posibles soluciones al empate registrado en las elecciones. El PD tiene como referente luchar contra lo que ha significado Berlusconi. Sin embargo, pactar con Berlusconi ha sido planteada como una posibilidad por el partido de centro izquierda dirigido por Bersani. Las amenazas económicas pueden acallar las diferencias. Es una de las características de la cartelización de la política. ¿Y no pactará Berlusconi, llegado el caso, total impunidad en sus muchos juicios? Beppe Grillo es un populista de derechas – a diferencia del populismo de izquierdas de América Latina- que a fuerza de no cuestionar el modelo económico terminará por deslizarse por los caminos del neofascismo -ya ha adelantado posiciones en esa línea con sus propuestas con los inmigrantes-. Cuenta con el cansancio de la gerontocracia –algo que empieza a arrastrar España con la generación de la Transición- pero la propuesta no está a la altura de la denuncia.
La democracia siempre ha tenido como objetivos controlar a los poderosos y redistribuir la renta. El populismo de derechas, como demuestra en España UPyD, termina por ser racista, machista, burócrata, creador y justificador de las desigualdades. Sin cuestionar la base económica estás condenado a quedarte en la espuma de los problemas.
Tiempos difíciles que no se solventan ni con cosmética ni con procedimientos (cambiar la ley electoral para hacerla más democrática siempre es un avance, pero sigue quedándose en los procedimientos. ¿O es que Izquierda Unida en Andalucía o en Extremadura suponen en verdad una alternativa?). El rojo en la nariz, útil en la fase destituyente, no no sirve como alternativa constituyente. El rojo, históricamente, ha sido más útil en las banderas y en los libros que en las narices. Hablando de banderas rotas, escribió Labordeta: al final/ sólo nos quedó el recuerdo/ de un mástil desarbolado/ y unos jirones de tela/ rotos por el vendaval. En otras palabras, los pueblos merecen los gobiernos que tienen. La única alternativa a aceptar que tienen los gobiernos que se merecen.
Juan Carlos Monedero, en La Marea

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