viernes, 7 de marzo de 2014

LA MARCHITA ROSA FORAL

Si los votos de Bildu aun sin pacto previo contaminan una moción de censura para un adelanto electoral, como para permitir un Gobierno que precise siquiera de su abstención. Con resultar grave el veto de Ferraz a que la ciudadanía se pronuncie el 25 de mayo, lo más trascendente es que no se trata de una decisión coyuntural que pueda justificarse por razones de oportunidad política -despejar los comicios europeos de toda interferencia para el PSOE- sino que, a la vista de la sociología navarra, conlleva la renuncia explícita a configurar una alternativa en 2015.

Más porque tras el último fiasco del PSN difícilmente podrá mantenerse como la segunda fuerza del Parlamento foral, la condición para aspirar al menos en teoría a relevar a UPN, y porque esa operación en ningún caso se atisba hoy sin el apoyo de Geroa Bai e I-E, precisamente los vasos comunicantes del socialismo navarro y los que en principio van a beneficiarse de la nueva decepción del electorado progresista o refractario a Yolanda Barcina.

La contradicción que rezuma la estrategia del PSOE en Navarra radica en que para poder gobernar sin el concurso por acción u omisión de la izquierda abertzale se necesita un proyecto vigoroso desde la perspectiva programática y sin complejos, lo que se compadece fatal con el pasteleo con UPN. De hecho, esa actitud servil con el regionalismo le ha privado al PSN de la mitad de los sufragios que recabó en 1991, cuando perdió la presidencia en favor de UPN pese a obtener 92.000 votos, por 52.000 en 2011. Con el matiz de que seis de los diez parlamentarios extraviados en ese lastimoso tránsito (hasta los nueve actuales) han ido a parar a las alforjas del nacionalismo/vasquismo, pues HB más EA ostentaban nueve escaños en 1991, por quince hoy entre Bildu, Aralar y Geroa Bai.

La hemeroteca acredita, en obvio menoscabo del PSN, que con la salvedad de la gestación del tripartito de 1995 todas sus grandes decisiones relativas a la gobernabilidad de Navarra engordaron a UPN. Para empezar, justo con la publicación de la cuenta suiza a nombre de Javier Otano como interpuesto de Gabriel Urralburu. En aquel Ejecutivo a tres bandas el convergente Juan Cruz Alli, rector del segundo partido coaligado con más escaños (diez, uno menos que el PSN), se antojaba el presidenciable para salvaguardar el tripartito y así lo defendieron algunos miembros de la ejecutiva navarra en Ferraz. Sin embargo, el PSOE entregó el poder a UPN, gestora mediante arbitrada por Cipriá Ciscar y delegada en Víctor Manuel Arbeloa como factotum de aquel momento.

El Ciscar de 2007 fue José Blanco, que vetó el tripartito que Fernando Puras perseguía con NaBai e IU -entonces sin Bildu en las instituciones- a cambio de que Miguel Sanz rompiera con el PP. Lo que se denominó como agostazo privó en 2011 al PSN de un tercio de los votos de cuatro años antes (en torno a 75.000) y representó el suelo electoral de la federación. Roberto Jiménez optó por convertir el chasco en vicepresidencia de Barcina. Y de aquellos polvos, estos lodos. Porque, aunque el reemplazo del secretario general sea cuestión de plazos, Jiménez ya es un líder amortizado y por tanto inhabilitado como futuro candidato a la presidencia foral en la misma medida que los paganos de las desautorizaciones de 1996 y 2007. La diferencia es que entonces se asumían responsabilidades con la dimisión.

En el pecado del entreguismo a UPN lleva el PSN la penitencia de una minorización social que amenaza con conducirle a la vacuidad, a no servir para la alternativa pero tampoco como bisagra de los regionalistas al no alcanzarles los números. Y sin mayoría absoluta, qué más dará si la proscrita -aunque mantenida- Barcina manda o no en UPN.

Al margen de tan tétrico horizonte, el sustituto de Jiménez heredará, junto con un grupo parlamentario bajo mínimos, una exigua representación en el Ayuntamiento pamplonés (11% de los ediles, tres cuando en su día fueron once), además de una cifra menguante de alcaldías, hoy 27 con solo dos en los aledaños de la capital (Ansoáin y Beriáin) y ninguna en el Norte de la Comunidad.

Ese intrincado legado se completa con un electorado envejecido y vegetativo, con una tasa de reposición residual por el limitado eco del PSN entre la juventud, especialmente en Pamplona y su Comarca. Así que quien suceda al actual secretario general tendrá una tarea ingente por hacer para estimular a su base social, procediendo a una regeneración interna perentoria como complemento del rearme programático que debe acometerse en la Conferencia Política. Para como corolario dotarse de una hoja de ruta coherente y sostenible en el tiempo que le permita ir recuperando el caudal de crédito tirado por el desagüe, por deméritos propios y la notoria falta de confianza de Ferraz.

Llegados a este punto de desguace interno y de falta de consideración social, más le vale al PSN en su conjunto acertar con los cuidados intensivos que se aplique para salir de su enésima crisis y acallar así esas crecientes voces que abogan por alumbrar otro proyecto en las mismas coordenadas ideológicas pero autónomo, consagrado a responder de forma exclusiva a las expectativas del segmento progresista de Navarra.

Víctor Goñi, en Diario de Noticias

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