jueves, 20 de noviembre de 2014

ESA ARISTOCRACIA INSULTANTE

Murió Cayetana Fitz-James, Duquesa de Alba. Una mujer que como persona tiene nuestro respeto, al igual que cualquier ser humano, pero que ha sido la representante más conocida de esa clase de señoritos andaluces que han mantenido en la miseria y el subdesarrollo crónico a nuestra tierra. Una élite social que es responsable directa del drama del desempleo masivo en el medio rural y de la pobreza extrema que hemos sufrido durante siglos. Una clase acomodada, que normalmente vive en Madrid, que acapara más de la mitad de la tierra cultivable de Andalucía, que recibe primas europeas por ello, y que no da trabajo a sus gentes y es culpable de la emigración y la despoblación del medio rural andaluz.

De las escenas más penosas que se han visto por parte del Gobierno del PSOE en la Junta, indudablemente la concesión del título de Hija Predilecta de Andalucía a la duquesa de Alba, es la que se lleva la palma. Cayetana representó el continuismo de la sociedad feudal en Andalucía hasta nuestros días y no hay mayor humillación a un pueblo por parte de su Gobierno que homenajear a sus verdugos.

El día que le concedieron ese honor nosotros estábamos en la puerta, en la calle, dejando claro que si alguien merece honores son las miles de jornaleras y jornaleros que durante toda su vida se han quemado bajo el sol y han regado los campos palmo a palmo con su sudor. Mientras Cayetana y los suyos disfrutaban de todos los privilegios habidos y por haber, nuestra gente tenía y aún tiene que mendigar en las puertas de las grandes casonas señoriales las "peonás" suficientes para no pasar hambre.

Gloria y honor para los ricos, para los nobles de sangre azul. Desprecio y persecución para los pobres, para los que hartos de tanta injusticia salen a la calle a combatirla. Salen a ocupar oficinas bancarias para señalar a los ladrones de guante blanco, salen a ocupar fincas improductivas para poner de manifiesto que mientras la duquesa de Alba recibe tres millones de euros anuales por el simple hecho de poseer 34.000 hectáreas de tierra, los jornaleros cobran 213 euros mensuales de subsidio agrario, ese tan denostado por la clase acomodada de Andalucía y de fuera. O salen a expropiar alimentos de primera necesidad en las grandes superficies para poner en evidencia que, mientras que somos medalla de oro en malnutrición infantil, las multinacionales acumulan alimentos de calidad y en cantidades extraordinarias en sus estanterías.

La duquesa ha mantenido su fortuna y la ha ampliado a costa de las jornaleras, de los inmigrantes sin papeles y a costa de unas leyes que a ella la premian y a nosotros nos persiguen. Para nosotros, para los jornaleros y para el Sindicato Andaluz de Trabajadores son las detenciones y la represión: cerca de un millón de euros de multas, peticiones de cárcel que suman ya mas de 140 años, 654 sindicalistas procesados y sin visos de que esto tenga fin.

En los albores del siglo XXI, Andalucía sigue admirando a sus explotadores, al menos lo siguen haciendo sus gobiernos, sus leyes y la mayoría de sus medios de comunicación y la prueba de ello es la capilla ardiente de la duquesa, instalada en el salón más noble del Ayuntamiento de Sevilla.

Espero que Cayetana sea la última jefa de la Casa de Alba y espero que esta familia, sus empresas y todas las grandes fortunas se pongan al servicio de los pueblos y no solo sirvan para el derroche y disfrute de unos pocos privilegiados.

En el siglo XXI las duquesas, las marquesas y los condes son un insulto para los ciudadanos, pero aún más para las personas  que están justo en el otro extremo de la escala social, como son las jornaleras y los jornaleros de Andalucía.

Diego Cañamero, sindicalista del SAT y activista andaluz

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