miércoles, 17 de junio de 2015

LA FORJA DE UN SINDICALISTA: JULIÁN MARTÍNEZ "JOMEINI"

De la famosa clasificación que el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht hiciera de las personas que luchan un día y son buenas; de las que luchan un año y son mejores; de las que lo hacen muchos años y son muy buenas; y de las que luchan toda la vida y son imprescindibles, nos quedamos, con permiso de Brecht, con esta última para presentar a Julián Martínez Hernández, sindicalista de raza.

En noviembre de 1976 un joven Julián Martínez entró a trabajar a la factoría de Víctor Luzuriaga y a día de hoy, 39 años después, ahí sigue a pie de tajo en la sección de ABA, la misma de Acabados donde empezó, y en el sindicato LAB, también la misma central sindical donde comenzó su militancia. “Tras hacer el servicio militar, entré a trabajar a Luzuriaga. Tenía 21 años y ninguna formación laboral, mucho menos conciencia política, sindical o de clase, más allá de un par de años que trabajé en la fábrica de Calzados Armendáriz. Era un obrero sin cualificar, mano de obra bruta, y ocupé puesto en la sección de Acabados. Aquellas primeras asambleas de la década de los 70 a las que asistí me marcaron. En ellas vi y oí por primera vez a unos combativos José Mª Esparza y Mauricio Olite, como representantes de los trabajadores, pelear por los convenios, por aumentos salariales, por la mejora de las condiciones laborales, etc. Esas encendidas proclamas fueron aldabonazos en mi conciencia y me hicieron despertar; enseguida entré a formar parte de las Juntas de Sección, el organismo que representa a los trabajadores de cada sección, para hacer oír nuestra voz y sumarme al camino de pelea que había vislumbrado”, rememora Julián.

Pronto pasó a formar parte del Comité de Empresa en representación primero del Colectivo Unitario, aquella experiencia sindical local que aglutinó a todo el espectro de izquierda obrera, con fuerte implantación en los principales centros industriales de la Merindad (Tafalla, Peralta, Olite, Marcilla, Caparroso, etc) como delegado sindical de LAB luego, cuando el Colectivo influyó en esta última organización. Siguió con sus responsabilidades como miembro del Consejo Laboral, el órgano de interlocución con la dirección de Victorio Luzuriaga de cada una de las factorías del grupo (Pasajes, Usúrbil, Huesca y Tafalla) que luego se convertiría en el Comité Intercentros. "Sea un nombre u otro, una responsabilidad u otra, mi escuela sindical ha sido el estar día a día, codo a codo, junto a los compañeros trabajadores, fueran de mi mismo sindicato o no, compartiendo problemas, escuchando sus problemas, sus reivindicaciones, planteando mejoras, estando abiertos a sugerencias, y siempre buscando el mayor consenso posible porque al final todo lo que se consigue mejorar es para beneficio de todos y todas. Esta es la clave de un buen trabajo, hacer ver que la pelea, las luchas por duras que sean nunca son en balde. Unas veces se ganan, otras no, pero siempre, siempre son positivas por lo que tienen de mirar al futuro, de avanzar y de sentar las bases para que otros consigan lo que quizás en su día no se pudo", afirma con la convicción que le da su experiencia de años en la trinchera sindical.

Como elemento activo y combativo en la defensa de la clase trabajadora, de sus derechos y de la mejora de sus condiciones laborales, a una con la reconversión que el propio grupo de Victorio Luzuriaga acometió a partir del año 1994 y que trajo consigo un importante excedente de personal, Julián Martínez se especializó en el tema de jubilaciones anticipadas e incapacidades laborales, trabajando al lado de los servicios jurídicos del sindicato, en concreto en Tafalla junto al abogado y compañero Peio García. "La reconversión supuso que sobrara mucha gente. Desde LAB acometimos la tarea de facilitar a un número muy numeroso de trabajadores las jubilaciones anticipadas con 54-55 años, y de gestionar, por otro lado, las incapacidades laborales a otros trabajadores que por edad no podían jubilarse como los primeros pero arrastraban una serie de dolencias físicas y psíquicas que les impedía trabajar. Con este segundo colectivo negociamos caso a caso una salida digna y justa, que para mí personalmente ha sido muy gratificante pues detrás de cada paso hay una vida y en muchos casos un drama personal. A día de hoy lo podemos decir con satisfacción, más del 90% de las incapacidades que hemos llevado desde entonces las hemos sacado adelante", afirma.

Septiembre de 2016 lo verá ya jubilado con contrato de relevo (su puesto lo ocupa un relevista y él seguiirá vinculado a la empresa que cotiza a la SS por él) y con 65 años pasará a la jubilación total. Aunque cuenta los días para esta nueva etapa, sabe que seguirá unido de una manera u otra a sus compañeros de tajo y de sindicato. Los resultados obtenidos por su sindicato LAB en las pasadas elecciones de mayo (obtuvo 7 de los 13 delegados en liza) le dejan un buen sabor de boca y le hacen reafirmarse en la validez y vigencia del camino emprendido, junto a compañeros inseparables de lucha como Koldo Arriaga, José Mª Cañuca, Braulio Gurrea, Antonio Garaioa y otros, hace casi décadas. Mientras tanto sigue atendiendo las tardes de miércoles a viernes a cuanta persona trabajadora se acerca por la oficina del sindicato de la calle Severino Fernández de Tafalla para escuchar su problemática y tratar de resolverla, siempre con el objetivo de volver a la situación que se tenía antes de las dos últimas reformas laborales "brutales en cuanto a tema de jubilaciones, pensiones, prestaciones sociales y de recorte de derechos laborales conquistados por la clase trabajadora tras muchas batallas que ahora vuelven a arrebatarnos", concluye.

A. Berrio, en La Voz de la Merindad

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