martes, 29 de septiembre de 2015

AVISOS Y SEÑALES EN MADRID

El Gobierno de Mariano Rajoy no ofrecerá pactos, ni abrirá especiales vías de diálogo con la Generalitat de Catalunya antes de las elecciones generales de diciembre. Por cuatro motivos, al menos. Cuatro trazos que dibujan un primer retrato de cómo la derecha española está encajando el resultado del 27S.
No habrá gestos de apertura porque se quiere fijar el relato de que el independentismo ha perdido. El grupo dirigente del PP quiere esculpir un bajorrelieve en mármol en el que Artur Mas y la tropa de Junts pel Sí aparecen vencidos por la firmeza, el temple y la serenidad de Marco Ulpio Rajoy. La derrota de los dacios en la columna de Trajano. A los perdedores no se les ofrecen pactos.
Hay un segundo motivo. La victoria en número de escaños se le puede gangrenar a Mas. La pérdida del escaño número 63 deja al líder de Convergència Democràtica en manos de la Candidatura d'Unitat Popular, que se niega a votar su investidura. Este será el nudo de la política catalana en las próximas semanas.
Los liberales de Convergència, atrapados por un partido anticapitalista, ante la alarma de los grupos dirigentes barceloneses. Esta imagen hace la boca agua a la derecha de Madrid y evoca un viejo fatum . Un destino irremediable: cada vez que las clases dirigentes catalanas -o parte de ellas- recurren a la movilización popular para modificar la relación de fuerzas entre Barcelona y el poder central español, estalla la revuelta o crece la radicalidad social y política. El general Prim enfrentado en 1843 a la revuelta de la Jamancia, rebelión popular barcelonesa que exigía una política más progresista a los liberales. Prim intentando frenar a los republicanos catalanes después de la Gloriosa de 1868: "Catalans, voleu córrer massa; no correu tant que podríeu caure", les dijo. La Solidaritat Catalana de 1907 (alianza electoral de la Lliga, los carlistas y los republicanos federales contra los partidos dinásticos) tuvo como réplica la Solidaritat Obrera. Y en 1909 estalló la Setmana Tràgica. Josep Puig i Cadafalch, dirigente de la Lliga y presidente de la Mancomunitat, acompañó a la estación de Francia al general Primo de Rivera para que pusiese orden en España y en Barcelona. (Y al cabo de dos años, el dictador disolvía la Mancomunitat). La ERC de 1931 no tardó en verse enfrentada a los anarquistas. La Generalitat de 1936 se vio desbordada por los comités revolucionarios, por la CNT-FAI y el POUM. Y después por el PSUC, que asumió funciones de partido de orden.
¡Artur Mas en manos de la CUP! Esta es una imagen fascinante para los dirigentes del PP que conocen bien la historia política de Catalunya. "Las clases dirigentes de Barcelona volverán a quedar atrapadas por la extrema izquierda y entonces nos pedirán ayuda". Palabras de un ministro. He ahí otro motivo para el quietismo gubernamental: "Que se cuezan en su propia salsa".
El tercer motivo es en realidad es el primero. La cuestión de Catalunya es una mina de oro electoral en toda España. Faltan menos de tres meses para las generales y el secesionismo es el mejor acicate que puede tener el PP. En el Gobierno existe la convicción de que una vez resuelta la investidura -con Mas o sin Mas-, el nuevo Govern de la Generalitat subirá el voltaje con algún gesto transgresor. Están esperando ese momento. La Brigada Aranzadi se halla impaciente.
Cuarto motivo. El último, pero no el último en importancia. Ciutadans acaba de humillar al PP en Catalunya. El parcial 25-11 a favor de los diputados "naranjas" está teniendo una enorme reverberación en todo el escenario político español. Ciudadanos parece ante muchos electores del PP, especialmente entre los más jóvenes, como la derecha moderna y cool capaz de frenar el separatismo. Albert Rivera repunta en las encuestas. El PP catalán viró a la derecha, rozando el lepenismo, para sorprender a Ciutadans por la retaguardia. No ha funcionado. La campaña electoral es ahora objeto de duras críticas internas. Muy duros al principio -"se va a acabar la broma", dijo el candidato Xavier García Albiol-, para acabar con un apresurado spot con Rajoy hablando en catalán. Un anuncio que no ha gustado a nadie. La campaña catalana está siendo despedazada por los círculos más conservadores de Madrid.
José María Aznar, callado durante casi todo septiembre, envió ayer un aviso contundente y glacial. Este es su diagnóstico: Los soberanistas han ganado, aunque hayan fracasado en sus intenciones plebiscitarias. Los radicales iran cada vez a más en Catalunya. El PSOE está recuperando voto útil, rebajando a Podemos. El auge de Ciudadanos fragmenta el voto de centroderecha. Y el PP no hace más que perder elecciones. "Este es el quinto aviso y no se puede desoír". Aznar quiere que la batalla política sobre Catalunya sea el gran telón de fondo de las próximas generales.
Esperanza Aguirre Gil de Biedma paseó ayer por Madrid con chaqueta color naranja, divisa de Ciudadanos.

Enric Juliana, en La Vanguardia

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