miércoles, 30 de marzo de 2016

ARGENTINA. A 40 AÑOS DEL GOLPE QUE ORGANIZÓ EL PODER ECONÓMICO

No fue una cuestión de algunos militares de extrema derecha, enloquecidos por el avance de un pueblo que intentaba la construcción de una sociedad mejor. No fue la ideología fascista de esos militares asustados por las consignas izquierdistas creyendo que ponían orden en una patria amenazada.
Si bien es cierto que los militares de las tres armas ejecutaron el golpe contra su propio pueblo con una ferocidad nunca antes vista, si bien es verdad que resultaron -esos militares sanguinarios y sin escrúpulo alguno- los mejores alumnos de las lecciones sobre torturas y asesinatos recibidas en la Escuela de las Américas de Panamá por parte de especialistas estadounidenses, no es esto lo que explica el golpe de Estado en Argentina del 24 de marzo de 1976.
Los militares solo fueron el instrumento de terror que utilizaron los representantes del Poder económico internacional para imponer, no solo en Argentina sino en toda Sudamérica, lo que conocemos como el neoliberalismo. Hubo una preparación previa en Buenos Aires con muchas reuniones entre grandes empresarios argentinos y reputados economistas argentinos y extranjeros fieles al dogma de la economía liberal de mercado de la lamentable Escuela de Chicago, con Milton Friedman como máximo ideólogo. Ya se habían instalado en Chile en 1973, después de un proceso similar con Pinochet como director del terrorismo de Estado, para allanarles el camino y despejarlo de obstáculos tales como la justicia o la libertad.
Naoemí Klein lo dejó claro en su libro La doctrina del Shock. Primero implantan el terror, para cortar de raíz cualquier intento de resistencia o protesta, y después aplican las medidas económicas que facilitan a las grandes empresas apropiarse del esfuerzo y el trabajo de la mayoría.
En el tiempo en que estuvieron los militares en el Gobierno, la deuda externa argentina creció un 350%, ya que se estatalizaron las deudas privadas de los empresarios, se pidieron y obtuvieron préstamos de organismos internacionales, y se aceptaron las medidas de ajuste que sometieron al pueblo a la máxima pobreza. Al mismo tiempo, se facilitó el expolio ilimitado de las multinacionales.
Fue un plan para arrasar la corriente emancipadora latinoamericana que había surgido y dejar el camino libre al nuevo orden económico. Un plan con la intervención de EEUU, como decenas de veces en el continente.
Según relata Christopher Hitchens en su libro Juicio a Kissinger, fue la CIA la encargada, como en muchos casos anteriores y posteriores, de liderar lo que se conoce como el plan Cóndor para sofocar la tendencia liberadora en Sudamérica. Y así lo atestiguan algunos de los documentos desclasificados. El propio Kissinger encabezó la intervención. Para justificar la presencia de EEUU en Chile, él mismo explicó que “no podemos permitir que un país se haga marxista, simplemente porque su gente sea irresponsable”. Se refería a la “irresponsabilidad” de la gente que votó a Allende.
En Argentina José Alfredo Martínez de Hoz, titular del CEA -grupo de la élite empresaria argentina-, fue el eje sobre el cual giraban los preparativos civiles del golpe. Él mismo fue designado ministro de Economía por la Junta Militar que lideraba Videla. Martínez de Hoz, al que la gente rebautizó como Hood Robinporque quitaba a los pobres para dar a los ricos, al revés que el personaje de ficción, asumió un gabinete económico integrado por civiles destacados, que ya estaba previsto y que surgió en aquellas reuniones preparatorias.
La Iglesia católica en Argentina tuvo una manifiesta complicidad con la dictadura, si bien hay que mencionar algunas heroicas excepciones como el cura vinculado al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo Carlos Mugica, el obispo Enrique Angelelli o las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, asesinados todos ellos. También los sacerdotes Rubén Dri y Miguel Ramondetti, o los obispos Jaime de Nevares y Alberto Devoto, entre otros, que tuvieron una opción clara por los pobres y se opusieron decididamente a la dictadura.
Sin embargo, y como revela Vicente Muleiro en El golpe civil, “la línea dominante de la Iglesia católica en la Argentina hizo, ante el genocidio dictatorial, mucho más que aquello que su doctrina castiga como «pecado de omisión», es decir, conocer las penurias humanas y no intervenir. Tuvo un papel proactivo en el plan asesino de la dictadura y la proveyó de la razón teológica” para “la santificación de un modelo económico neoliberal que amplió escandalosamente la brecha social”.
No casualmente, el menemismo aplicó el mismo modelo algunos años después. Un modelo que terminó con el desastre absoluto en 2001, corralito incluido. Tampoco es casual que sean las mismas medidas económicas que el macrismo está imponiendo actualmente.
Para que apreciemos la continuidad ideológica entre aquel golpe cívico-militar y las actuales medidas económicas, podemos leer en el libro de Muleiro que “el grupo Macri -se refiere a las empresas del padre del actual presidente- pegó un salto considerable en 1976 (…) En el videlismo su avance resultó imparable”.
En definitiva, para entender mejor el golpe de Estado de los militares argentinos de hace 40 años, debemos ubicarlo en la situación latinoamericana, que vivía tiempos de esperanza en la posibilidad de una sociedad justa, democrática y soberana. Y en la contraofensiva del Poder Económico, que programó y ejecutó golpes de Estado en diferentes países para imponer, por la fuerza del terror, un modelo económico que causó pobreza y marginación para la mayoría, mientras que una minoría aumentaba sus beneficios obscenamente.
Los militares, cuidadosamente preparados por la CIA para sus torturas y asesinatos (según consta en los documentos desclasificados), solo fueron finalmente el brazo armado de aquellos intereses económicos. Es conveniente tenerlo en cuenta y no olvidarlo.
Ángel Cappa, en eldiario.es

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