miércoles, 27 de septiembre de 2017

TURQUÍA: LA MAYOR CÁRCEL DE PERIODISTAS DEL MUNDO

Las filas que se forman para abordar el ferry en el puerto de Estambul son un buen sitio para tomar el pulso a la actualidad turca. Las colas discurren rápidas, pero dan tiempo a comentar las últimas noticias. Hace unos meses, dos jóvenes, probablemente estudiantes universitarios, esperaban su turno. Uno de los dos preguntaba a su compañero por la responsabilidad de la prensa en el devenir de Turquía. Su acompañante, sin dar mucho tiempo al debate, respondió de acuerdo al discurso del presidente Recep Tayyip Erdogan: “No son periodistas, sino terroristas, y estas no son sino historias fabricadas”. Era uno de los temas de la semana, tras el enjuiciamiento, por supuesta pertenencia a organización terrorista de 17 trabajadores de Cumhuriyet, uno de los periódicos críticos con el gobierno de Ankara. Algunos pensaban que el juicio era político.
Estambul es una ciudad gigantesca. Casi 15 millones de personas viven en esta urbe, y millones de historias, más o menos conocidas, se entremezclan en sus calles. No todo el mundo encuentra la historia de sus periodistas interesante, pero es necesario contarla. La situación no es nueva. En una entrevista con el medio turco Hurriyet, en 2015, Ali Çarko lu, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Koç, afirmó que “la cobertura partidaria de los medios turcos supone un peligro alarmante para la democracia”.  Aun así, hay informadores que se niegan a participar en esa ilusión. Un siglo y medio después de que la primera generación de reporteros turcos se enfrentase al poder del Imperio Otomano, los periodistas están sufriendo, si cabe, más presiones que sus predecesores. Turquía se ha convertido en la “mayor cárcel del mundo” para los profesionales de la información.

En torno a 200 encarcelados
De acuerdo con el Sindicato Turco de Periodistas, en este momento hay 161 periodistas encarcelados en Turquía. Para el Centro por la Libertad de Estocolmo (SCF), la cifra asciende a 228, lo que supondría un récord mundial. Más de la mitad de los periodistas que están en prisión en todo el mundo se halla en Turquía. De acuerdo con el último informe de la Asociación de Periodistas de Turquía, 839 reporteros fueron denunciados por las autoridades el año pasado. 189 periodistas fueron atacados verbal o físicamente, y más de 100 medios de comunicación fueron cerrados. La situación para los profesionales de la información en Turquía es peor que en China, Irán o Eritrea. Es una situación insostenible.
El profesor Haluk Ahin también piensa así. Ahin fue la primera persona en Turquía en obtener un máster en periodismo. Ha trabajado en los medios durante casi medio siglo. Como uno de los decanos del periodismo turco, señala las próximas elecciones como punto de inflexión: “No creo que el statu quo basado en la presión judicial sobre los medios sea sostenible a largo plazo. Las elecciones presidenciales de 2019 pueden propiciar circunstancias para que se dé una renovación democrática, incluyendo una mayor libertad de prensa”.
Algunos sindicatos de periodistas también se enfrentan a la presión, como es el caso de DISK Bas?n-Is, perteneciente a la Confederación de Sindicatos Progresistas de Turquía. Su presidente, Faruk Eren, cree que hay que tener en cuenta la falta de unión entre profesionales en esta situación: “El abandono de los sindicatos juega un papel importante para los periodistas. Es un fenómeno que comenzó en Turquía en la década de los 1980. Hoy, los periodistas de verdad se arriesgan a ser arrestados. El gobierno prohíbe la emisión de contenidos inconvenientes. Si un periodista desobedece estas normas, puede verse ante un juez. ¿Quién puede informar en estas condiciones?”, afirma el líder sindical. Sin embargo, Erdogan sigue afirmando que la prensa es libre. Según el Gobierno, los reporteros pueden hacerle preguntas y, según cifras oficiales, solo hay dos periodistas presos. Los demás, a ojos el ejecutivo, son terroristas, agentes provocadores, espías o golpistas.

Opacos conglomerados
Tras el intento de golpe de Estado de 2016, la actitud del Ejecutivo hacia la prensa libre se volvió más escéptica. Hasan Cemal, un experimentado periodista, describe con miedo esta etapa: “He visto golpes de Estado, y he vivido bajo administraciones militares, pero nunca había sido tan pesimista como lo soy hoy”, afirmó en un evento de las Naciones Unidas.
El pesimismo de Cemal es contagioso. Gürcan Çilesiz ha liderado varias redacciones turcas como redactor jefe. Según él, la historia de represión viene de largo: “Para ser sinceros, llevamos sufriendo presiones desde finales del siglo XIX, pero la situación es mucho más grave hoy en día. El gobierno del AKP ha implementado ataques sistemáticos contra la prensa año tras año”. Çilesiz acepta que la censura en el país es una realidad, pero además advierte de otras técnicas que llevan al control de los medios: “Los oficiales del Gobierno exigen pagos a los empresarios, creando una red de medios afines [en Turquía se conoce como Pool Media a los medios organizados en opacos conglomerados sin un propietario claro y a menudo financiados por compañías constructoras acusadas de corrupción]. Así los redactores críticos son despedidos. Muchos de ellos son encarcelados, como le ocurrió a Ahmet ?k, sin ninguna base legal. La independencia de los tribunales ha colapsado, y eso hace que muchos periodistas tengan que someterse a mecanismos de autocensura”.

La muerte social del periodismo
La historia de la represión sobre el periodismo en Turquía no es solo sobre el gobierno del AKP. Los nombres y las fechas cambian, pero en Turquía, la mentalidad de las administraciones es idéntica. Ya en 1998, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ en sus siglas en inglés) incluyó al entonces primer ministro Mesut Y?lmaz (del neoliberal Partido de la Madre Patria) en su lista de “enemigos de la prensa libre”. Al ser interrogado por las razones de las detenciones, Y?lmaz afirmó que “un periodista de verdad no estaría en prisión”.
Para esclarecer este constante ataque al periodismo hay que leer detenidamente la Ley de Prensa de Turquía. El artículo 3 comienza con una frase prometedora: “La prensa es libre”. Sin embargo, el artículo hace excepciones en cuanto a la seguridad nacional, la integridad del país y los secretos de Estado. Conceptos que no deberían tener nada que ver con el periodismo real, pero que en Turquía invaden la vida diaria. Para Zafer Arapkirli, periodista turco cuya carrera se desarrolló durante años en Londres, “no se puede comparar la libertad de prensa en Turquía con la de otros países europeos. En un Estado europeo medio, la prensa obtiene su fuerza de sus lectores y de un sistema judicial independiente, pero los tribunales no lo son ya en Turquía”.
Asimismo, Arapkirli señala el amiguismo entre los empresarios de la información y el gobierno: “Los jefes de los medios han jugado a un juego muy peligroso con las élites políticas. Los empresarios perciben los medios como un arma para obtener beneficios, y el gobierno ha entendido eso, bloqueando sus vías de inversión. El poder de los medios para cuestionar al poder se redujo a cero. Los periodistas aún podían investigar de forma independiente, pero al precio de su muerte editorial y comercial”.
La periodista Evrim Kepenek también menciona esta consecuencia: “Informamos de hechos que en cualquier rincón del globo serían simplemente noticias, pero aquí corremos el riesgo de que nos encarcelen por hacerlo. También tenemos miedo de acabar en el paro. Los periodistas sufrimos una especie de muerte social”.
Y no es solo la muerte social. La falta de respeto a los derechos de los periodistas presos continúa dentro de las prisiones. Ahmet ?k, que se ha convertido en un símbolo para los periodistas críticos, lleva ocho meses encarcelado. Se le han negado las visitas y no se le permite tener correspondencia. El periodista kurdo Nedim Türfent, acusado de pertener a organización terrorista, afirmó que en 13 meses de arresto solo había podido leer las etiquetas de los productos de limpieza, porque la dirección de la prisión le había impedido acceder a libros. Además, narra que sufrió agresiones físicas y que hombres encapuchados se fotografiaron pisándole la cabeza.

Detenido en España
Las prisiones españolas retienen hoy al periodista turco-sueco Hamza Yalçin, acusado por el gobierno de Ankara de conexiones con una organización terrorista. El arresto ocurrió en Barcelona tras una orden de la Interpol. Yalçin escribía para la revista Odak. El Ministerio del Interior español aún no se había pronunciado al respecto al cierre de esta edición.
Tal y como se indica en los principios de la Federación Internacional de Periodistas, el primer deber de un profesional de la información es respetar la verdad y el derecho del público a acceder a esta verdad. Estos valores centrales de precisión, independencia, justicia, imparcialidad, humanidad y responsabilidad están bajo asedio en Turquía. Solo a través de la tenacidad y la defensa de estas ideas por parte de algunos periodistas podrá el país superar esta crisis, devolviendo al público su derecho a la verdad, tanto en Turquía como en el resto del mundo.
Dora Menguç, en La Marea

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