sábado, 23 de diciembre de 2017

UN TEOREMA DEFECTUOSO

Las elecciones catalanas las ha ganado el independentismo. El respeto al principio de realidad es una de las grandes cuestiones de nuestra época. Las técnicas de iluminación mediática se han sofisticado tanto que ayer por la mañana casi todos los quioscos de España estaban bañados por una luz de color naranja. De naranja también se encendía el piloto de muchos estudios de radio. Había un entusiasmo naranja en varios platós de televisión. España se levantó muy anaranjada, pero ha ganado el independentismo, no está de más recordarlo en estos tiempos en los que tanto se escribe sobre la posverdad.
El primer puesto de Ciudadanos es muy importante y no puede ser minusvalorado o menospreciado. El empuje de Inés Arrimados es impresionante. Se puede afirmar que acaba de consolidarse un interesante liderazgo femenino con mucho recorrido por delante, no sólo en Catalunya. El puntazo del partido naranja es enorme y se va a proyectar en todas las pantallas de los pueblos y ciudades de España. En los barómetros electorales del mes de enero seguramente veremos a Ciudadanos acercándose al 22% en toda España, frente a un menguante Partido Popular, que puede descender al 25% o al 24%. En el hipódromo de Madrid pronto se van a cruzar apuestas sobre la capacidad de resistencia del viejo Partido Popular ante sus revitalizados competidores.
Ciudadanos es hoy un partido al alza en toda España, pero las elecciones catalanas las ha ganado el independentismo. Un independentismo sin independencia, puesto que la Unión Europea, la secretaría de Estado norteamericana y la OTAN ya han hecho saber que por ahí, no.
El vencedor del 21-D es el soberanismo y de una manera muy específica la candidatura legitimista de Carles Puigdemont, que ha logrado darle la vuelta a casi todos los sondeos. Algunos periodistas e intelectuales españoles parece que van a tener algunas dificultades para admitir ese dato de la realidad. Los independentistas conservan la mayoría absoluta y ahora dependerán menos de la CUP. Junts per Catalunya y Esquerra Republicana suman 66 escaños, uno más que los partidos opositores. La CUP, efectivamente, mandará menos.
La victoria del independentismo no es fácil de digerir en el Madrid oficial, en la medida que los comicios del 21 de diciembre se habían convocado sobre la base de un teorema que se ha demostrado falso o insuficiente. El teorema de la mayoría silenciosa.
En determinados centros de producción de pensamiento político, entre los que destaca por su envergadura y ambición, la fundación FAES, se ha venido construyendo desde hace años la teoría de que el catalanismo es una eficaz superestructura ideológica construida y alimentada “desde arriba”, que puede ser derrotada “desde abajo” con una adecuada terapia de combate social. Existiría un buen pueblo silenciado y adormecido por cerca de treinta años de narcóticos pujolianos y maragallianos, que podría darle la vuelta a la situación en caso de despertar. Ciudadanos nació para ejercer de despertador.
El área metropolitana de Barcelona ha ido a votar en masa –también la pequeña área metropolitana de Tarragona se ha movilizado mucho– y el independentismo sigue teniendo mayoría absoluta en escaños, superando por primera vez los dos millones de votos.
El independentismo mantiene la mayoría absoluta pese a la fuerte movilización en los municipios metropolitanos en favor de Ciudadanos, que ha dejado a Xavier García Albiol con una hoja de parra de tres puntas. Muchos abstencionistas metropolitanos han ido a votar, es cierto. También el independentismo ha movilizado abstencionistas en las zonas de larga tradición nacionalista. El empuje del legitimismo en las comarcas de Girona, Lleida, en determinadas zonas de Tarragona y en la Barcelona interior ha sido impresionante. El carlismo (de Carles) ha pasado el rastrillo. ERC ha defendido bien sus posiciones en las ciudades intermedias de la corona metropolitana. La movilización extraordinaria se ha producido, por tanto, en las dos direcciones. “Ha sido una gran batalla entre ofendidos”, escribe Oriol Bartomeus, interesante analista electoral.
La ley electoral beneficia a los independentistas, se repetía ayer en zonas de luz anaranjada. Es verdad. Hay prima para las provincias de Lleida y Girona, especialmente. Así está fabricada la ley orgánica de régimen electoral general (Loreg) que enmarca la disposición transitoria cuarta del Estatut desde 1979. Es la misma ley electoral que da prima a la mayoría de las provincias de la España interior. Sin esa prima, el Partido Popular no estaría gobernando España después del descalabro sufrido en las generales de diciembre del 2015, hace ahora dos años.
El teorema de la mayoría silenciada no ha funcionado. Es una construcción defectuosa. La identidad nacional catalana –que no el independentismo en sentido estricto– abarca hoy a más de la mitad de la población de Catalunya, sin que pueda dibujarse una frontera muy bien definida con aquellos sectores de la sociedad que no la comparten. Hay una Catalunya todavía porosa, que actúa de cojinete entre los bloques ofendidos.
Un teorema defectuoso sobre la mayoría silenciosa, el injusto encarcelamiento de dirigentes soberanistas, el eficiente mensaje legitimista de Puigdemont desde Bruselas, y momentos estelares como el traslado de las obras de Lleida a Sijena (Aragón) como si fuera el rescate de un botín de guerra, ayudan a explicar la victoria de los independentistas sin independencia. Hay una cierta perplejidad en Madrid, mientras brillan neones de luz naranja.

Enric Juliana, en La Vanguardia

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